jueves, 11 de diciembre de 2003

EL MATADOR SALVO DEL BOCHORNO A PELLEGRINI

Corría el minuto 60 del partido entre River Plate y Cienciano, en la primera final de la Copa Sudamericana, cuando Marcelo Salas se quitó el peto de color negro que llevan los suplentes millonarios, se mojó el cabello, se acomodó el cintillo y trotó hasta el centro de la cancha del estadio Monumental. Para sorpresa de los casi 50 mil hinchas que llegaron anoche a Núñez, el Matador, el mismo que hace dos meses apenas aguantó un minuto en el campo y debió retirarse por una nueva lesión en el muslo derecho, estaba de vuelta para reemplazar a Daniel Montenegro.

A esa altura el partido estaba complicado, pero el equipo de Manuel Pellegrini se imponía por 2 a 1 y, bajo esas condiciones, el Ingeniero pensó que era el momento indicado para que el Matador regresara a las canchas. El "Shileno, shileno" bajó desde las tribunas y a los 62 el delantero ya estaba corriendo tras el balón.

Algo desconectado de lo que ocurría en el campo, la primera intervención de Salas fue para proteger a su amigo Marcelo Gallardo a quien sus rivales lo querían matar tras propinar una grosera patada. Segundos después, tomó la pelota y habilitó perfectamente a Eduardo Coudet, pero éste no resolvió bien.

Sin embargo, lo peor para el delantero vino luego, cuando primero Germán Carty logró la igualdad, a los 67, y después Giuliano Portilla marcó el 3-2 para la visita, a los 79. Lamentablemente para Salas, su entrada coincidía con el descalabro de Pellegrini y su equipo.

Pero si el Matador pretendía retornar en su mejor forma, entonces el escenario fue el mejor, pues el atacante asomó en el momento preciso para salvarle el pellejo a su cuadro y, de paso, al Ingeniero. Cuando faltaban cinco minutos para que terminara el partido y el elenco banda sangre se llevaba una derrota en su casa, el chileno apareció para aprovechar una pelota perdida en plena área chica rival y de cabeza convirtió el 3-3. Feliz como un niño, Salas partió a celebrar como de costumbre, con su índice apuntando al cielo, se sacó la camiseta y mostró una polera con las fotos de sus hijas Camila y Catalina.

El gol de Salas era clave. Con el empate, la oncena argentina quedaba nuevamente en carrera para pelear la segunda final que se disputará el viernes de la próxima semana en Arequipa, donde si obtiene una victoria se queda con la Copa Sudamericana.

Pero eso no fue todo, porque la noche para el Matador incluso pudo ser mejor. En el minuto 89, el delantero entró al área de Cienciano sin que nadie lo apurara y con la pelota a disposición, pero titubeó a la hora de finiquitar y su suave zurdazo ubicado a la derecha del portero Óscar Ibáñez, fue tapado por el arquero.

Pero a Salas no se le podía pedir más después de tanto tiempo fuera de una cancha y totalmente carente de ritmo competitivo. Es más, con el gol el chileno ya había cumplido. Y bastante, porque gracias a él los peruanos no humillaron a River Plate en su propio estadio y, también gracias a él, Pellegrini terminó salvándose de un nuevo bochorno, que con toda seguridad ahora sí lo habría dejado como ex técnico del equipo millonario.



(Fuente: Lun)

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